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"Intentamos tomar en serio el Cristianismo". Con estas palabras comienza la encuesta. Propósito noble. Hay, pues, que contestar en serio y noblemente.Quizás no muy concretamente a cada pregunta, puesto que las respuestas concretas suelen ser las más propensas al error. El mundo es complejo y cada cosa se implica con sus límites. Recortar respuestas concretas es ejercicio algo artificioso. Aunque, luego, estas respuestas concretas sirvan para las estadísticas. Pero, ¿sirven de mucho las estadísticas? ¡Cómo se reiría ahora Unamuno de las estadísticas basadas en encuestas, baremos, organigramas y "registros de opinión"!
Bueno, basta de introducción.
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Y si somos cristianos, ¿cómo no vamos a tomar en serio el cristianismo?Pero aquí empieza el lío. Para tomar en serio el cristianismo unos lo acometen por una parte y otros por la contraria. Unos empiezan por auscultar el "contexto socio-político-cultural, económico" (frase larga y pedante). Otros principian por arriba, constatando verticales y verticalismo. Unos, en definitiva, terrenalizan y otros espiritualizan. Y las dos metodologías sirven y son necesarias. Pero...
¿Empezamos por las necesidades materiales de carácter más urgente? Bueno; mi opinión, aquí, considera:
a) Las necesidades materiales de carácter más urgente, reclaman la colaboración de los cristianos. Pero esas necesidades se solucionarán sin necesidad de los cristianos. El proceso histórico va incorporando los adelantos precisos. El Cristianismo siempre colaboró eficientemente -y denunció las injusticias que creyó en cada momento deber denunciar-; colaboró eficientemente, repito, en los problemas materiales.
Pero su principal objetivo no fue nunca ese.
Por supuesto, que el Cristianismo tenga objetivos mas altos que la solución de los problemas materiales, no quiere decir que los desprecie, sino que los sitúa en su lugar. Porque, entre otras cosas, la solución de un problema material no es condición "sine qua non" para la solución de los problemas espirituales que son los que directamente le conciernen. Una mejora del nivel económico de un pueblo, o de una familia, no acarrea inexorablemente la mejora del nivel espiritual. A veces, sucede lo contrario.
El Cristianismo tiene un objetivo importante: la Justicia Social. Pero hay políticos, economistas, sociólogos, cuya profesión es traer solución al gran problema de la Justicia Social.
La profesión de la Iglesia, es la religiosidad: acercar al hombre a Dios. Al hombre y a los hombres uno a uno. Es obvio que la miseria económica aleja al hombre de Dios. No es menos claro que la riqueza -aun la mediana riqueza, esa a la que todo el mundo aspiramos- aleja también de Dios. Luego, evitados los niveles de miseria o de pobreza extrema, opino que la Iglesia como tal, debe dejar en manos de los políticos y economistas la solución de los problemas materiales.
No se interprete mal esto. No quiero propugnar que los cristianos nos crucemos de brazos ante la injusticia social. Pero no hay que hacer una exclusividad de la injusticia social. Hay mil injusticias. Hay mil errores. Hay mil heterodoxias. Hay millones de pecados. Hay...
Los cristianos, como ciudadanos, podemos y debemos influir para que las necesidades materiales se solucionen, incluso con nuestra directa acción política. pero los cristianos, que además de ciudadanos, creemos en la Ciudad de que habla San Agustín, tenemos -además- objetivos más sublimes, más específicos. Lo curioso es que verticalizar -verticalizar en ese sentido- es la mejor garantía de que llegado el caso, se horizontalizará cuando sea oportuno. La mejor manera de atender al prójimo es considerarlo desde una perspectiva religiosa, sobrenatural. La mejor forma de solucionar los problemas de la Tierra es hacer pasar su expediente por Dios.
Paro, pensiones de vejez, problemas de vivienda, salarios, asistencia médica, seguridad social. Todo esto es necesario. Todo esto se va haciendo en todo el mundo. Con los cristianos y sin los cristianos. Que los cristianos colaboremos para que todo esto se haga mejor, es recomendabilísimo. Que los cristianos creamos que de nuestra acción exclusiva dependen las soluciones óptimas de cada uno de estos problemas -de otra parte tan complejos- es ilusión. Sin embargo, hay problemas que solo de nosotros los cristianos dependen. Y por ellos hay que empezar.
b) ¿Necesidades materiales de carácter más fundamental?, pregunta la encuesta. Y nos invita a contestar. Y claro está que la respuesta tópica -idónea para la estadística- surge pronto: falta de industria, propiedad mal repartida, malas comunicaciones, etc.
Insisto en lo dicho. Procuremos los cristianos que cuando un cristiano es economista, político o sociólogo, atienda estas cosas. Y para que las atienda, procuren los responsables directos de la formación religiosa -los sacerdotes- que ese cristiano lleve una vida sobrenatural. Y así -avalado por Cristo, expedientado por la oración y por un espíritu de renuncia- el economista cristiano conseguirá mil cosas importantes. Pero tiene que empezar por donde hay que empezar. (Y los que no somos ni políticos, ni economistas, ni sociólogos, no podemos dar sino una respuesta tópica. Por tópica insincera y simplista).
Necesidades espirituales más graves. Creo que hay que empezar por ahí. Expongo mi criterio.
Primero: Hay que fijar de una vez el cuadro de nuestras creencias. Hay que remachar nuestras verdades. hay que evitar que nuestras convicciones, desclavadas, descolgadas, oscilen a merced de todas las pendulaciones. Hay que proponer de manera clara -y no simple; de forma rigurosa-, nuestro Credo. Sin Credo, sin sistema de dogmas, nuestra fe es un anhelo, es un grito que se pierde. O es un sentimiento que agoniza. O es un fervor sin jugo: un pozo que se agota. La Ortodoxia no es un "imperio de caprichos teológicos que se imponen. La Ortodoxia es un marco de principios fundamentales para guía, orientación, servicio y camino del hombre. Está bien clara la doctrina ortodoxa en el Magisterio y en el Papa. ¿Cristo es Dios? Pues entonces, Cristo no puede haber dejado al arbitrio del hombre la interpretación de su doctrina y de su moral. El hombre necesita desmontar pieza a pieza su orgullosa suficiencia humanística -orgullo que raya en orgasmo- para ir montando, en cambio, pieza a pieza, el edificio de su humildad. Eso hicieron los santos. Eso hizo, inclusive, el mismo Blas Pascal.
Creo que guardar la pureza de la fe es comisión ineludible de los responsables de la Iglesia. De la actual y de la de siempre. Si la ortodoxia enferma, enferman las raíces de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad. No se diga que la ortodoxia está en función del tiempo. Maritain ha desenmascarado todas las "cronolatrías". Danielou, ha fustigado los relativismos. Guardar la pureza de la fe es urgente. ¿Volver a la Inquisición? No. Volver a la Lógica, simplemente. Y no asustarse de que la Biología, la Física, la Historia, desmientan nuestras creencias. ¡No seamos cobardes, por Dios!
Naturalmente, la ortodoxia de la fe exige incomodidades de pensamiento. Al pensamiento le gusta campar por sus respetos. Hoy está también con mala prensa la misma ortografía. Todo lo que sea someterse a reglas, a Mandamientos, parece poco concorde con la dignidad humana. Hoy se quiere una ortografía funcional: poca elegancia y mala ortografía. Hoy se pretende, igualmente, una MORAL DE SITUACIÓN: poca moral y pésima situación. Y una fe sin anclas y sin clave. Una fe suelta, movida por las velas del viento interior...
Y todo esto hay que evitarlo en la juventud. ¿Se me pregunta que cómo se puede ayudar a la gente joven? Si digo que buscándoles puestos de trabajo, alentándoles en sus ilusiones, facilitándoles sus estudios, etc. , digo verdades. Pero verdades que las dice cualquiera: tópicos. Verdad --de verdad, de verdad-- que hay que ayudar a los jóvenes en todas estas cosas importantes. Pero esa ayuda es insuficiente. Repito: la mejor manera de ayudar a los jóvenes es informarles de espiritualidad. Yo creo que están hambrientos y sedientos de ella. Pero muchos maestros de espiritualidad claudican y creen que hay que tener mucha prudencia a la hora de inculcar a los jóvenes religiosidad y espiritualidad, porque el mundo actual (y por tanto la juventud) no está preparado para la espiritualidad, y que el ambiente es hostil. Pero... ¿cuándo el ambiente y el medio no han sido hostiles a la espiritualidad? Si ahora es más hostil todavía, hay que presentar como tarea de cada uno -y hay que decírselo así a los jóvenes- la de luchar contra ese ambiente. Yo creo que los jóvenes están aburridos de este ambiente. Casi todos coincidimos en que sus rebeliones tienen un origen sano: les encocora este sentido burgués, cómodo, vulgar de la vida. Quieren algo mejor. Pero luego sucede que quienes tienen que ofrecerle una espiritualidad que haga contrapunto a cuanto les rodea, se expresan así:
- Hay que dar a los jóvenes una religión con fórmulas totalmente nuevas, una moral "adaptada", "una fe al día".
A mí, lo de la "fe al día" me hace sonreir. Y a Maritain le ha incitado al sarcasmo. A mí lo de la moral adaptada me da que pensar. ¿Adaptada a qué? Y ¿adaptada cómo?. Soy conforme en que hay que renovar hasta cierto punto métodos y procedimientos de espiritualidad. La espiritualidad -si es auténtica- es siempre joven.
Péguy concebía a la Gracia como a la auténtica juventud. Y en la Misa: "Me acercaré al Dios que es la alegría de mi Juventud". (En el antiguo ritual, la Misa era ya, desde el principio, una "Misa para la Juventud").
Convenceremos a la juventud de que la espiritualidad es joven haciéndoles creer en la Gracia y, luego, haciéndoles vivir la Gracia. No hay otro camino. Y volviéndoles
-revolviéndoles, convirtiéndoles- a LA NOVEDAD DE LAS ANTIGUAS PALABRAS y los antiguos conceptos. Porque las antiguas palabras y los antiguos conceptos, usados con frescura de ánimo -esto es, con Gracia y con gracia ( Gracia con mayúscula y gracia con minúscula*) enardecerán la nobleza de los jóvenes. Los jóvenes tienen ocasiones de escuchar elucubraciones sociológicas, freudianas, marcusianas, que hoy impregnan el ambiente. Pero en la Iglesia hay que hablarles de la AUTÉNTICA NOVEDAD que es Cristo. Y del Evangelio. Pero al Evangelio HAY QUE SABER ARMARLO, ENGARZARLO, ARTICULARLO. Si no, el evangelio se queda como las piezas sueltas de un mecano. Hay que vertebrar el Evangelio, que es lo que ha hecho la Iglesia -y los Concilios- a lo largo de los siglos. Actualmente hay quien dice:¡Con el Evangelio basta! Bueno; pero si Ud. no sabe montar pieza a pieza el Evangelio -que es la misión del Magisterio, pero que de ninguna manera es misión particular de usted ni mía- entonces nos quedaremos hasta sin... Evangelio.
¿Cómo ayudar a la gente joven? Pues vuelvo al machaqueo. Espiritualidad .Y haciéndoles ver que la espiritualidad es ardua, es difícil; no es empresa liviana, no es diversión de sacristía. Ni siquiera de simple "asamblea eucarística", como se dice ahora, si a la Asamblea Eucarística, a la Misa, al Culto, a la Oración, no le damos las dimensiones de grandeza, de misterio, de sacralidad que exigen. Incluso creo que, a los jóvenes, les llamará mucho mas la atención una espiritualidad con dificultades que una espiritualidad aguada, fácil o facilona, con concesiones a la frivolidad.
Porque cualquier espiritualidad ha de ser alegre, pero nunca frívola. La espiritualidad no tiene apellidos. No hay espiritualidad -en rigor- que pueda llamarse joven o vieja. La juventud de la espiritualidad es ella misma, consiste en ser espiritualidad. Luego, están las adherencias. Los viejos dan a la espiritualidad adherencias de frivolidades viejas. Los jóvenes le dan a la espiritualidad adherencias de frivolidades juveniles. (También hay corrientes teológicas que dicen que la religiosidad no tiene por que ser espiritualidad. Pero no estoy dispuesto a seguir por este camino y estoy cansado de darle a la máquina...).
Pero digo que nuestros jóvenes que se han leido a Neruda, a Lorca, a Alberti, a Cernuda... tienen que leerse también a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa. Pero digo que nuestros jóvenes se hartarán pidiendo a voces que venga alguien a hablarles del sentido hondo, trascendente, dramático, del Cristianismo. Están deseando, sin saberlo, aunque el fondo de su alma lo pida a voces, con lenguaje que ellos quizás no entienden, que los maestros de la vida espiritual se dejen de cuestiones adyacentes, laterales, y se dirijan al vértice del ángulo -o al centro de la esfera- para desde allí irradiar auténtica influencia espiritual, cristiana, generosa, sincera, auténtica. Y si esto se logra -alcanzando el reino de Dios- lo demás vendrá por añadidura. Trabajarán en su pueblo o fuera de él, alcanzarán un nivel cultural, lucharán por la mejora social... Pero lo harán, así debe ser, desde su atalaya de espiritualidad previa y prevenida, razonada y razonable, cordial y acordada.
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Seguiría emborronando folios. Soy un rollo. Tengo un puesto educativo. Me puse a escribir y me salió esto. Mi intención no es censurar a nadie. Es colaborar con la opinión que llevo dentro. Manifestarme equívocamente, cumpliendo y mintiendo, o limitándome a dar respuestas concretas a la encuesta, sería engañar y engañarme.
Así es que si he sido largo, perdón. Si no he contestado con concisión, lo siento. Si lo que he dado, no es lo que se me pedía, igualmente lo siento.
Yo no soy -ni muchísimo menos- un hombre ejemplar. Yo no intento corregir a nadie, ni dar normas a nadie, ni juzgar nada. Tengo mi criterio y lo expongo. Y vuelvo a repetir: Misión ineludible de todo educador: buscar las líneas maestras de la ortodoxia doctrinal y de la ortodoxia moral.
Y luego, mil estupendas añadiduras para bien de la sociología, del nivel cultural, del trabajo, del mundo. Luego, mil bienandanzas terrenalistas. Insistiendo, una vez más, que las bienandanzas terrenalistas que procura -y que debe procurar el cristiano- son secuela de un verticalismo ineludible.
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