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¿Qué es Libertad? Es ir quitando obstáculos –de dentro y de fuera, sobre todo de dentro– para lograr la auténtica desnudez del alma. Alma desnuda para unión íntima con la verdad. La Libertad es el strip-tease –permitidme la expresión–, el irse quitando uno a uno el ropaje de los obstáculos -malos usos, abusos, malas costumbres, pecados (hay que seguir hablando del pecado) para emprender el salto ágil de genuina liberación.
Formar y educar la persona para la libertad, no es prepararla para el capricho autónomo y sin trabas, sino para el ejercicio de la Verdad, desprendida del mal ganado que estorba ese ejercicio.
Ser libre es un mejor entender para un mejor saber y, así, un mejor querer. Es más libre quién mejor entiende. Por eso, la suprema libertad es la divina. El hombre es menos libre porque entiende menos, porque sabe menos. Hacer lo que nos da la real gana no es ser más libre; es dejarse llevar por el real deseo. Pero sujetarse al real deseo, es ser menos libre, porque es sujetarse a una potencia inferior. En cambio, sujetarse al entendimiento, es liberarse precisamente del real deseo, de la real gana; de la real gana, cuyas raíces son frecuentemente bastardas. Y sujetarse al amor –el amor como ideología– es la suprema libertad, porque es que entonces, la persona, soltadas todas las amarras, no es el globo cautivo, no es la nave anclada, sino que es aeronave que gira impávida, venciendo a la misma gravedad del hombre empírico, que diría Schiller, hacia la consecución del hombre ideal.
Noche oscura no es tristeza. Renuncia no es ejercicio anti-natura, como quieren esos humanistas que se hayan en pleno despiste respecto a la concepción del hombre. Renuncia, noche y ascesis, son esperanza en la seguridad de la Aurora. Porque hay Aurora. Seremos personas en tanto en cuanto somos expectantes de un amanecer que en lo religioso se llama Gracia, y que en lo puramente humano toma el nombre de Sabiduría. No seremos jamás personas si nos empeñamos y nos azacanamos en heñir la masa, sin acertar con la sal; si amazacotamos la harina y no tenemos horno; si tenemos harina y horno, pero carecemos de molde para el pan.
Esta hora de disgregaciones, quiere panes sin molde, o masa sin sal u hornos sin harina. Así no hay panadería. Así no hay alimento. Así no hay sustento para la persona. Esta hora del mundo, con mil ideas que no acierta a conjugar, es inteligente sin dirección, tiene ideas y carece de ideales, da chispazos de amoríos, pero no acierta con ningún soplete a formar la llama y a dirigir la llama. La llama de la verdad que estamos llamados a identificar con la llama del Amor.
Este tiempo pierde estrellas y mira, con obsesión patológica, los fondos de los abismos. Cine de casos límite, de aberraciones. Se hace espectáculo del crimen, del aborto, del erotismo, de la injusticia. Al teatro agrio, se le llama teatro fuerte, como si la Fortaleza fuese un absceso purulento, en lugar de ser una cardinal virtud. A la corrección, se le ataca como cursilería, a las virtudes familiares, como virtudes burguesas.
Hay que reaccionar contra estos errores. Hay que luchar –lógica en ristre y verdad en ristre– por los fueros de la persona. Derechos de la persona. La persona tiene derecho a ser ella misma, en comunión consigo misma, abriéndose a todos –porque, recordémoslo, es un todo para todos– pero abroquelándose y cerrándose, obliterándose, contra toda contaminación. ¡Cuánta es la contaminación que hoy amenaza al hombre, como persona moral! Mucho más grande que la contaminación que amenaza al hombre como persona física.
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