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Úbeda

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Y EN JAÉN, ANDUJAR

Juan Pasquau Guerrero

en Conferencias. Artículo premiado en Juegos Florales, 21 abril 1960


        

Provincia de Jaén...

Jaén es un afán que aflora, como venero exultante, de su catedral —bellísima catedral—, para derramarse lue­go, generoso, a través de sus campos, ciudades, villas, aldeas... Se ha adensado Jaén en su catedral —cuenco para la vida interior— y, después, se ha extravertido en proyectos luminosos.

Ahí está Baeza. Casi la Reina Madre del «Santo Reino», cargada de añoranza, alcurnia, bondad. Baeza es como la abuelita: un regazo para el consejo. Tiene el Santo Reino en Baeza, capitalizado en historia, todo un tesoro. Tesoro obrado, patinado de poesía y romance, Baeza es la vio­leta —flor de melancolía— que irradia su fragancia a toda la provincia.

Pero si Baeza es la Reina Madre, Úbeda es la primogé­nita. Úbeda, destilando espiritualidad por los cuatro cos­tados, ungida de temblorosa ansia, tiene un alma sanjuanista, carmelitana, mística. Todo haría presumir en Úbeda una ciudad llamada a la santidad o al heroísmo, si no hubiera existido el Renacimiento. Porque el Renacimiento es el galán que se instala en el alma de la ciudad infanzona. Úbeda, «iba para monja», pero... Úbeda, sin abju­rar de su espiritualidad, matrimonia con el viento. Con el viento, eso es. Porque es ella pureza y gracia, y el viento «la ciñe por la cintura». Ella es serenidad que apla­ca los ímpetus dionisíacos; que remansa el viril empuje que llega de Italia con fanfarrias paganizantes. La ciudad de las torres, esposa —que no amante— de un Renaci­miento que se dulcifica y amansa; de un Renacimiento en que el ideal, ¡Grecia en Gracia!, se personifica. (Jaén, en­noblecido de Baeza, dejó casar a Úbeda —infanzona— con el Renacimiento. No se me diga profano, ni liviano, ni irreverente, ni tonto, si digo que el Renacimiento es el yerno de Jaén. Se me viene a la punta de la pluma y...)

¿Y... Linares? He aquí el «hijo» emprendedor, juvenil, ardiente, eficiente. Linares ayuda a Jaén a llevar la familia. Es el varón —poderoso varón— que trabaja, estudia y vibra. Ferviente Linares, para el esfuerzo y la lucha, para el ímpetu alegre, para la dinámica euforia estimulante. Arrancando secretos de plata al hosco suelo. Linares minero, que transmuta su calor en quehacer. Plantel de esperanzas... Linares, palenque. Varón de deseos, Linares.
Casi se haría interminable. Hay que renunciar a seguir nombrando los miembros de la familia jaenera. Martos, Alcalá, Cazorla... Pero, claro, la visión de Jaén, esa pro­vincia ejemplar, queda realmente mutilada si de pronto no nos ponemos a hablar de Andújar.

Porque Andújar es la dulce, limpia, bellísima virgen —ciudad doncella—, prometida de todos los ensueños de Jaén.

Andújar doncella. Esbelta Andújar, modelada en ce­rámica de gracia y sal. Mientras Jaén trabaja y Baeza poetiza, Andújar sonríe. Y da la impresión de que todos los pueblos hermanos —celosos— están dispuestos a batirse por ella. ¡Cómo no si, asomada a las puertas de Andalucía, ella es, en el Santo Reino, la depositaría de las mejores esencias héticas! Porque es el caso que nues­tro Jaén (toda su geografía conjunta) es la primera estrofa del poema andaluz; pero una estrofa con alma castellana todavía. De tal forma que en Jaén, el encanto meridional se pronuncia aún con dejo extraño... ¡Y en Andújar no! Andújar es el brote plenamente andalucista en una prole insuflada de atavismos. Por eso, en el concierto de los pueblos de la provincia, es la alegría de la casa. ¿No está ahí, al lado, Córdoba sultana, reclamándola, queriendo llevársela, solicitándola vehemente, casi pleiteando por adoptarla? Pero Jaén sabe que es suya. Y la quiere, y la guarda, y la regala, y la mima.

Es la causa de que, en presencia de Andújar, antes que nada surja el piropo. Porque Andújar piensa, siente, goza, reza y vive como una mocita. Tiene alma de casca­bel. Y voz de muchacha casadera. Toda Andalucía está repicando a gloria dentro de su espíritu.

Y es que Andújar es en la provincia de Jaén la perso­nificación de la gracia. Andújar es el «toque delicado», que «a sal eterna sabe». La historia la ha ennoblecido de gestas.

La Santísima Virgen de la Cabeza, Patrona eximia de !a diócesis, la ha acogido muy especialmente bajo su man­to. Ella —Andújar— sabe ser agradecida y corresponde con moneda de la mejor alegría. Una alegría acuñada de genuina espiritualidad.

Para admirar, Jaén; para añorar, Baeza; para pensar, Úbeda; para imitar, Linares. Para enamorar, ¡Andújar!