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Úbeda

Juan Pasquau Guerrero en su despacho


Juan Pasquau Guerrero

 

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ALCALÁ LA REAL EN SU PRIMERA HISTORIA

Anselmo de Esponera

en SAFA. Nº 18 de 1962


        

Quizá, en alguna biografía, el padre Villoslada leyó que los niños de Alcalá habían apedreado a San Juan de Dios a su paso por esta ciudad y quiso conocerlos, en su afán de apostolado. Terminó la guerra y, la España, nueva y grande, había que hacerla educando e instruyendo a las nuevas generaciones para hacerlas capaces de adquirir la ciencia nueva de la materia y la ciencia vieja del Evangelio.

Con esta idea llegó el padre a Alcalá la Real un día del año 1939. Una tierra granadina y jiennense, entre las dos provincias, en busca de esas juventudes para la conquista del campo andaluz.

Aquí encontró la cooperación de doña Mercedes, don Gregorio y doña Trinidad Montañés; doña Concha Caldas, don Francisco Serrano y su señora doña Casilda; la familia Santa Olalla y otras familias, con la buena acogida, también, por parte de las autoridades.

Doña Trinidad Montañés cedió un local en la calle Fuente nueva. Ya estaba el local. Ahora había que buscar los niños. El padre se puso al habla con un maestro particular, don Antonio Garrido que enseñaba a los niños en un salón de la calle Real. Se entendieron porque al Sr. Garrido le agradó muchísimo la idea del Padre Villoslada. Consecuencia de este entendimiento: 156 alumnos, entre escolares y adultos, fueron los primeros granos de trigo con que las Escuelas de la Sagrada Familia hincaron su sementera en el campo andaluz. A estos se unieron los estudiantes de bachillerato que, provisionalmente, se instalaron en el mismo edificio de la calle Fuente nueva.

El primer material para estos escolares estaba compuesto de 12 pupitres bipersonales, una banca grande de doble asiento y cuatro bancos que sólo servían para sentarse, cedidos por
don Antonio Garrido.

De material para bachilleres, se compró el que tenía el desparecido colegio de la Salle en esta ciudad. Como era insuficiente, porque los alumnos se multiplicaban como las
flores en primavera, se encargaron, al carpintero Juan Ruiz, 25 mesas bipersonales con sus asientos correspondientes.

Los primeros maestros, como muchísimas cosas de estas Escuelas, los dio la Providencia: En bachilleres don Emilio Gondra, un sacerdote vasco, hacía de director: tres seminaristas de Granada: Manjón, Quesada y Ballestero –este último hoy canónigo lectoral de la Catedral de Guadix- fueron los encargados durante el verano de preparar las asignaturas pendientes de los estudiantes que, en el curso 40-41, habían de estudiar en Alcalá formando arte del colegio reconocido de Andújar.

En enseñanza primaria comenzaron las clases con dos maestros particulares: Don Antonio Garrido y don Vicente Afán de Rivera. Día 7 de enero de 1940.

En octubre de 1940 comienzan a llegar los primeros maestros titulados que entraron en la Institución: don Juan Maldonado, don Pascual Baca, don Miguel García Guerrero como profesor de lenguas, don Eduardo Cueto, don Eugenio de los Mozos, don Alberto Prats, don Felipe, don Joaquín Bermejo y don Jesús Negrillo. Los tres primeros y don Eugenio se
hicieron cargo de las clases de segunda enseñanza, y los restantes de las de enseñanza primaria.

Al final de este mismo curso se incorporó al grupo de profesores de segunda enseñanza don José María Morillas, que era maestro interino de una escuela nacional en esta ciudad.
Después llegaron don José Luis Cebrián, don Juan Malpica y, anteriormente a estos dos, don Manuel Picazo, don José Martín, don Antonio Pérez, don Andrés Pulido, don José Leyva, don
Bernardo Pulido, don José Moya, doña Isabel y doña Carmen Martín, son también maestros de los que ya hace tiempo sirven en la Institución –aunque algunos no se encuentran ya en ella.

A estos niños y a estos maestros siempre los han ido orientando padres de la Compañía, con sus visitas periódicas a las Escuelas. Buen recuerdo queda de todos ellos. El P. Aldama, dejándose caer al foso de la Mota;el P. Medina, escuchando los conciertos de armónica de don Francisco Galera; el P. Serna dirigiendo con paciencia inagotable los coros hablados y repartiendo a los maestros cartillas de tabaco en los tiempos de escasez... Son estampas llenas de cariño en nuestro recuerdo.

Todo esto de los tiempos antiguos. De los tiempos medios y modernos ya tenemos a don Sebastián Talavera que trabaja sin descanso por llevar a Cristo las almas de los antiguos y de
los actuales alumnos. (CORRESPONSAL)