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Úbeda

Juan Pasquau Guerrero en su despacho


Juan Pasquau Guerrero

 

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BODAS DE PLATA

Anselmo de Esponera

en SAFA. nº 35 de 1965


        

Hay que prepararse un poco, para la conmemoración de nuestras bodas de plata. Este año las han celebrado en Villanueva del Arzobispo. Pronto las celebraremos en Úbeda.

Quien esto escribe, testigo de la fundación de Úbeda, lleva ya tres o cuatro años contando lo que alguno puede calificar de “antiguallas”, en SAFA. Pero casi no ha dicho nada, quien esto escribe, del clima ubetense que precedió a nuestras Escuelas.

Había gran sequía docente, allá por 1940, en Úbeda. Por supuesto no existía el Instituto ni la Escuela de Maestría. Los Padres del Corazón de María que habían mantenido antes de la guerra un colegio de Segunda Enseñanza en la Ciudad (único Colegio con garantías, que hicieron no obstante desaparecer los “rojos”, ¡hay que decirlo!), ya no existía. Sólo don Cristóbal Cantero, esforzado paladín de la docencia ubetense, tenía abierto su centro denominado “San José de Calasanz”. Eran los tiempos de la post-guerra, los días inmediatos a la liberación. Creo que, aparte los Grupos Escolares, no había
entonces en Úbeda más centros de enseñanza que el de las Carmelitas y el de “San José de Calasanz”.

Por eso, la idea fundacional del P. Villoslada cayó en Úbeda como “agua de mayo”. Pero fue precisamente en enero. Lo recuerdo. Fue el 12 de enero de 1941. Doña Ana Benavides, cuya generosidad y abnegación en beneficio de las Escuelas no será nunca lo suficientemente enaltecida, cedió a la Institución
naciente su casa de la Corredera de San Fernando. Y así comenzó la cosa.

Mañana de domingo lluviosa. Unos cien escolares –tres secciones- y tres maestros. Primer director. El presbítero don Miguel Morales. Primer secretario: el seglar, don Vicente Afán de Ribera y Frías. En el acto inaugural, el P. Villoslada tuvo que dirigir su discurso en el descanso de la escalera de la casa. Los niños se situaron en el zaguán. Y el fundador habló con acento casi profético. Vaticinó que estas Escuelas iban a crecer y que su siembra iba a tener efectos parecidos a la siembra del grano de mostaza... Terminado el acto, los tres maestros y los cien alumnos nos dirigimos a la Iglesia de San
Nicolás a oír Misa. Y hasta hubo después, en casa de doña Ana Benavides el obsequio de unos pasteles.

Naturalmente, las clases comenzaron el día 13. Y pronto se incorporó a las tareas de la Institución, como portero y conserje, Fernando Gallego que, como todos saben, ha sido durante mucho tiempo una institución dentro de la Institución.

¿Medios? El entusiasmo. Que me perdonen los jóvenes de nuevo horno, pero yo tengo que decir que los jóvenes de aquel horno de la postguerra éramos, posiblemente, perores en bastantes cosas. Pero mejores en ideal, mejores en entusiasmo. Mirábamos al “númen” más que al “número” en la realidad de las cosas. Jovencísimo de ánimo también el fundador –a pesar de su ya incoada enfermedad-, trajo a Úbeda una consigna de conquista. Y las Escuelas crecieron, crecieron... Y en el curso de 1942-43, hubo que ampliarlas. Y vino la adquisición del nuevo edificio para internado en la plaza de López Almagro. Para entonces llegaron nuevos maestros y se hizo cargo de la
dirección el P. Francisco Caracciolo Hermoso, S.I., actualmente en las Misiones de Japón.

No es caprichoso recordar aquellos tiempos que hicieron posibles estos días de auge. No es vano señalar que la estrechez de entonces, la ilusión de entonces, la fuerza de entonces, fueron la causa de este despliegue. No hay quien sepa que durante un mes entero el P. Hermoso no disponía de medios para pagar la “cuenta de la plaza”. Había cien alumnos internos aproximadamente y la Compañía de Jesús no se había hecho cargo aún de las Escuelas, ni contaban éstas con recurso de ninguna especie... Había cien alumnos y no había dinero para la plaza. Pero ni un día faltó a los cien alumnos todo lo
necesario.